sábado, 9 de julio de 2022

Yolanda y la Suma que resta

 

“El fuerte es más fuerte cuando está solo”

Llevo meses en silencio contemplando como un gobierno que se dice de izquierdas nos está llevando al más absoluto desastre. Tan solo me queda la esperanza que tras el desastre electoral que se cierne sobre el PSOE e IU una nueva izquierda pueda nacer después de arrasar los restos de estos partidos hasta sus cimientos.

Y es que como Socialdemócrata que soy, solo puedo mostrar indignación, cabreo y cólera contra este gobierno de malos actores y peores gestores.

Del PSOE de Pedro Sánchez poco ya se puede esperar, al final las bases de este partido decidieron resucitar al líder caído y ahora podrán disfrutar su merecida caída. Y es que el panorama del PSOE, cuando sus cargos sean ejecutados por el electorado en las elecciones municipales, va a ser dantesco.

Quizás los militantes de este partido deberían hacer análisis de conciencia sobre las razones que los llevaron a restituir como líder a una persona sin más principios que su amor por si mismo.

En el PSOE conozco gente muy válida y con grandes valores, pero nada se puede hacer con un cadáver más que darle cumplida sepultura.

De todas formas hoy quiero centrarme en la otra parte de la izquierda que en su asalto a los cielos se compró un chalet y unos buenos puestos donde cobrar soberbios sueldos, esa izquierda que nos iba a librar de la casta y ha logrado mimetizarse de tal forma con ella que es imposible ya distinguirlos.

Podemos es la traición institucionalizada del 15M y ahora es un partido más dentro del conglomerado de la izquierda radical y neocomunista.

Una cosa hay que señalar, y es que Izquierda Unida que parecía muerta en los inicios de Podemos, será su sepulturera y la auguro una prometedora andadura dentro de su marginalidad del 10% del electorado.  

Es en este ambiente de decadencia podemita y reconstitución comunista donde aparece Yolanda Diez en la idea de reflotar el barco de una opción electoral a la izquierda del PSOE.

Pero todo lo que es incapaz de mantenerse en pie sobre sus propias bases y trata de relanzarse sobre la fusión con otros con bases igualmente débiles, parte de la convicción de que seis cojos, apoyándose mutuamente, pueden conformar un corredor de fondo.

No debemos olvidar que todo lo realmente grande en el mundo, no ha sido obra de coaliciones, sino el resultado de la acción triunfante de unos pocos. Y es que, en política, como ya señalé cuando el Podemos de los 70 diputados se unió a IU; sumar movimientos resta votantes.

Si Yolanda Diez fuera una verdadera líder, puede que este engendro multiforme me Suma lograra algún mínimo resultado, pero el plurirreportaje mediantico constante que nos ofrecen no puede dar carisma a alguien que no lo tiene.

La izquierda de enfrenta a un hundimiento total en menos de un año y medio, y lo peor es que no solo perderá el poder, sino cualquier resto de dignidad moral, primer capital que debe atesorar una verdadera organización de izquierdas.

Sueño con que en España pueda existir un verdadero partido socialdemocrata, donde gente de valor y dignidad puedan ofrecer no solo un partido al que votar sino un movimiento social, una organización de esperanza que dignifique la política.

No se trata de lograr buenos resultados electorales, no se trata de asumir el poder, se trata de trabajar por el bien del país y de sus ciudadanos siendo realmente sus servidores y no sus “dueños”.

Y es que un partido nuevo siempre terminará fracasando frente a un partido tradicional en el momento que se alíe con él. Ejemplos recientes nos sobran, Ciudadanos, ahora Podemos y en el futuro cercano Vox; crear un partido como chiringuito electoral es comida para hoy y hambre para mañana.

Queda aún un largo tránsito por el desierto a las personas de izquierdas y socialdemocrátas que creemos en una izquierda de principios y no de pesebres, pero en todo fracaso hay una nueva oportunidad y los que vivimos fuera de la política; tenemos la autoridad moral de pedir cuentas a los inmorales que prostituyeron nuestras banderas y nuestros valores.

Yolanda Diez desde la Vicepresidencia del Gobierno pretende ser la Paladín de los desheredados, la Juana de Arco de la Izquierda, pero después de 3 años en el gobierno la verdadera mejoría se ha producido en su cuenta corriente; este país se enfrenta a un colapso económico que será agravado por la inutilidad de un gobierno que solo nos da buenas palabras y nos regala sufrimiento y miseria.  

Como decía el general Wellington: “Esperar y ver”

sábado, 17 de julio de 2021

En defensa del Tribunal Constitucional

 

“Es la Constitución lo que quiero defender, la Constitución tal cual es.”           (M. Robespierre)

En espera de conocer en todos sus términos el contenido del fallo del Tribunal Constitucional en que se declara ilegal la declaración del primer Estado de Alarma decretado por el gobierno, me siento obligado a poner mi pluma al servicio de la Constitución, de la libertad y la justicia.

No se pude permanecer callado cuando los que defienden la conculcación de los derechos fundamentales y la autocracia, se permiten atacar a la misma Constitución que legitima su poder.

Y es que lo sucedido sería suficiente para hacer caer el gobierno, pero la muerte de la democracia va unida a la de una opinión pública completamente anestesiada.

Como muy bien señala John Locke en su Segundo Tratado Sobre el Gobierno Civil:

 “Allí donde termina la ley, empieza la tiranía, si la ley es transgredida para daño de alguien. Y cualquiera que, en una posición de autoridad, excede el poder que le ha dado la ley y hace uso de la fuerza que tiene bajo su mando para imponer sobre los súbditos cosas que la ley no permita, cesa en ese momento de ser un magistrado, y, al estar actuando sin autoridad, puede hacérsele frente igual que a cualquier hombre que por la fuerza invade los derechos de otro”

 Se ha usado un estado de alarma para decretar el arresto domiciliario de 40 millones de españoles, cuando como ahora señala el Tribunal de Garantías Constitucionales, solo podía suspenderse el derecho a la libre circulación del artículo 19 de nuestra Constitución con la declaración del estado de excepción.

Este gobierno que se dice socialista y debería declararse abiertamente liberticida ha actuado sin autoridad sobre los ciudadanos, y lo que es aún peor, sobre las instituciones. Sobrepasando los poderes propios del poder ejecutivo convirtió la declaración del estado de alarma en una ley habilitante para con poderes excepcionales fuera del marco legal imponer su voluntad.

Perdone el lector la dureza de mis palabras, pero como ciudadano amante de la libertad, la igualdad, la justicia y la virtud, me siento indignado al ver como mis derechos como ciudadano, han sido violados por quienes deberían habernos defendido.

Pero mi asombro se hace infinito cuando desde el mismo gobierno, los partidos que lo sostienen y todos sus esbirros mediáticos no solo no se avergüenzan de lo que han perpetrado sino que se permiten la desfachatez de criticar al Tribunal Constitucional.

La Ley Orgánica 2/1979, de 3 de octubre, del Tribunal Constitucional señala:

 Artículo primero.

Uno. El Tribunal Constitucional, como intérprete supremo de la Constitución, es independiente de los demás órganos constitucionales y está sometido sólo a la Constitución y a la presente Ley Orgánica.

Dos. Es único en su orden y extiende su jurisdicción a todo el territorio nacional.

Así pues, atacar como se está haciendo al “intérprete supremo de la Constitución” por parte del gobierno, es abiertamente un ataque a los poderes constituidos y a la misma constitución.

Pero antes de seguir, debo poner de manifiesto las dos falacias, una formal y otra material, sobre las que el gobierno y sus apologistas basan su crítica al alto tribunal.

1) El Tribunal Constitucional se encuentra dividido

Es verdad que el Tribunal Constitucional ha dictado sentencia con 6 votos a favor y 5 en contra, pero ello no quita el más mínimo de legitimidad a la sentencia y a la razón jurídica en ella expresada. Cuando tenemos unas normas de funcionamiento “a priori”  aprobadas por una ley orgánica el cumplimiento de la forma lleva a un resultado absoluto. La fuerza de la sentencia es igual esta sea aprobada por 6 a 5 o por 11 a 0.

Resulta muy curioso que el gobierno que impone su pequeña mayoría parlamentaria y pide constantemente el respeto a las  decisiones tomadas en el congreso, cuando ve que un órgano constitucional decide por mayoría vea en ello un signo de deslegitimación.

Solo aceptar las reglas de juego cuando le favorecen a uno es signo de ser un pésimo jugador y de un resultadismo sumamente peligroso.

Que haya magistrados que emitan un voto particular es sano, pues nos permite también conocer la opinión y los fundamentos de esa minoría. En ningún caso esos votos particulares son más validos que la sentencia, como en algunos medios se pretende hacer entender. La sentencia es la expresión de la voluntad del órgano, el voto particular la expresión de la opinión de un individuo; dejo al lector que valore la importancia de cada uno de ellos.

2)  El estado de alarma era necesario y salvo muchas vidas

 Realmente entrar en la necesidad o no del confinamiento de la ciudadanía en marzo de 2020 sería soplar el humo sin ver la llama.

Nuestra constitución permite la suspensión de ciertos derechos y por ello esa supresión puede ser legal si se hace conforme a las normas. Así nuestra Constitución señala:

 Artículo 55.

1. Los derechos reconocidos en los artículos 17, 18, apartados 2 y 3, artículos 19, 20, apartados 1, a) y d), y 5, artículos 21, 28, apartado 2, y artículo 37, apartado 2, podrán ser suspendidos cuando se acuerde la declaración del estado de excepción o de sitio en los términos previstos en la Constitución. Se exceptúa de lo establecido anteriormente el apartado 3 del artículo 17 para el supuesto de declaración de estado de excepción.

 Lo que el TC ha señalado ahora es que el confinamiento que sufrimos no fue una limitación de derechos sino una verdadera suspensión del derecho a la libre circulación reconocido en el artículo  19 CE, y por lo tanto, el instrumento jurídico que se necesitaba era el del estado de excepción.

El miedo muchas veces nos lleva a pensar que todo es válido, que el fin justifica los medios, y aprovechando la situación, el gobierno asumió unos poderes que no le correspondían.

Pero nada hay más peligroso que el utilitarismo y el relativismo aplicado a la política. Lo que diferencia a un demócrata de un totalitario es precisamente que el demócrata en toda situación por más difícil que sea no tomará atajos y cumplirá la ley por muy complicado que sea.  Abraham Lincoln libro una guerra civil desde la democracia, Winston Churchill libro una guerra mundial desde la democracia.

Si asumimos el utilitarismo como único principio sin entender que la democracia es forma y fondo, entonces el camino hacia la dictadura está abierto y lo ciudadanos aunque puedan conservar aún sus derechos ya son esclavos, porque piensan como tal.

Bien lo  resumió Benjamin Franklin con su celebré frase: “Quien renuncia a su libertad por seguridad, no merece ni libertad ni seguridad”

Así pues igual número de vidas y de medidas podían haberse tomado bajo un estado de excepción, salvo que ello hubiera requerido estar sometido al parlamento y haber buscado el consenso. ¡Qué difícil es someterse a la voluntad de los demás cuando uno se cree la reencarnación de Apolo!

Era necesario desmontar estas dos mentiras que tanto gusta repetir a los miembros del gobierno, y a sus voceros. Una mentira por mucho que se repita no pasa a ser verdad.

Si hoy he considerado importante salir en defensa de nuestro Tribunal Constitucional es porque dado el grado de degradación que vive nuestra democracia es necesario apoyar el orden constitucional que aún nos queda, por muy deficiente que este sea.

Yo considero en el plano teórico que es mejor sistema establecer el control de constitucionalidad de las leyes no en un tribunal diferenciado, sino en una sala del tribunal supremo, igual que defiendo un verdadero sistema de separación de poderes conforme a los principios de una República Constitucional.

Pero si defendemos la constitución debemos también defender su aplicación en todos los ámbitos y no solo en el que bendecía a los poderosos, los acaudalados y los enchufados de la partidocracia.

Pedro Sánchez y su actual gobierno están demostrando día a día que no tienen ningún respeto por nuestra democracia ni por nuestra constitución, todo debe plegarse a sus intereses.

No tengo dudas de que este gobierno caerá en cuanto haya elecciones, pero todo el daño hecho quedará como marca indeleble en un sistema cada vez más autoritario.

Algo va muy mal en un país que ha permitido que gente como Zapatero, Rajoy o Pedro Sánchez hayan llegado al poder. Quizás ellos sean el efecto y no la causa de algo que no funciona en nuestro país.

Como decía el General Wellington: “Esperar y ver”

sábado, 12 de junio de 2021

Los indultos de la vergüenza

 

“Donde la ley acaba comienza la injusticia” (William Pitt)

Veo con indignación, asombro y estupefacción el debate que se ha suscitado sobre el posible indulto a los políticos catalanes condenados por rebelión.

Ya solo la toma en consideración por parte del gobierno de la concesión de un indulto a estos delincuentes condenados por el Tribunal Supremo es escandaloso. No solo supone una transgresión del sistema jurídico sino que atenta contra todo principio de justicia.

Y es que la existencia misma del derecho de gracia es muy cuestionable en un sistema democrático; es un anacronismo que proviene de los tiempos oscuros en los que todo el poder se reunía en el trono del monarca y donde la separación de poderes era una simple entelequia.

El mismo fundador del Derecho Penal moderno, Cesare Beccaria, en su libro “De los delitos y las penas”, ataca la existencia del derecho de gracia señalando acertadamente:

“Pero considérese que la clemencia es virtud del legislador, no del ejecutor de las leyes; que debe resplandecer en el códice, no en los juicios particulares; que hacer ver a los hombres la posibilidad de perdonar los delito, y que la pena no es necesaria consecuencia suya, es fomentar el halago de la impunidad, y manifestar que pudiéndose perdonar, las sentencia no perdonadas son más bien violencias de la fuerza que providencias de la justicia.”

En otro párrafo vuelve a señalar:

 “Sabio arquitecto, haga que su edificio se levante sobre las basas del propio amor, y que el interés general sea lo que resulte de los intereses particulares, para no verse obligado cada instante a separar con leyes parciales y con remedios tumultuarios el bien público del bien de cada uno, y a elevar el simulacro de la salud pública sobre el terror y sobre la desconfianza”

 Como bien dice el filósofo italiano, el indulto no solo no es un acto de justicia, sino un acto de injusticia sobre todos los condenados que no son indultados.  ¿Para qué queremos leyes y tribunales si el gobierno haciendo uso del indulto puede arbitrariamente absolver de la pena a quien le place?

El derecho de gracia, hijo de la arbitrariedad estamental, nos retrotrae en la actualidad a la época medieval en la que la sombra de la justicia dependía de la persona y no de las leyes.

Los derechos del ciudadano languidecen frente al súbdito amigo del gobierno, pues frente a las sentencias de los tribunales tendrá la impunidad del perdón del Consejo de Ministros.

Immanuel Kant en su Metafísica de la Costumbres siguiendo lo dicho por Beccaria dice también:

 “El derecho de gracia para el criminal, sea suavizando el castigo sea eximiéndole totalmente de él, es el más equívoco de los derechos del soberano, pues si bien prueba la magnificencia de su grandeza, permite, sin embargo, obrar injustamente en algo grado. En lo que respecta a los crímenes de los súbditos entre sí no le corresponde en modo alguno ejercer tal derecho; porque aquí la impunidad es la suma injusticia contra ellos.

Por tanto, sólo puede hacer uso de este derecho en el caso de que él mismo sea lesionado. Pero ni siquiera entonces puede hacerlo si la impunidad pudiera poner en peligro la seguridad del pueblo."

Una vez demostrado como a la lógica, a la moral y al derecho le repugna la existencia del derecho de gracia y ponen en duda su misma existencia, quiero ahora entrar en el caso concreto de los indultos de la vergüenza a los políticos catalanes.

Frente a la indignación pasional que arde sin control y muchas veces lleva a la frustración de la nada, yo pretendo en este texto mostrar una indignación racional, nacida del amor a los principios de la justicia, nacida del amor a mi país y como consecuencia, a sus leyes.

Cuando un gobierno pretende indultar a unos condenados por rebelión, en sí mismo se declara rebelde contra el pueblo al que  pretende ya no gobernar, sino sojuzgar y tiranizar.

En una democracia donde existen cauces pacíficos para que las pretensiones políticas puedan desarrollarse, no hay delito más grave que el de rebelión contra el Estado, pues no solo es un ataque al gobierno sino un ataque contra la democracia misma, un ataque contra todos los ciudadanos que vivimos sometidos a sus leyes.

Un indulto nunca es un acto de justicia, más bien es un acto de injusticia pues cuando las leyes son evadidas por la puerta de atrás, ¿qué confianza podemos tener ya en las justicia?

Cualquier condenado por delito común podrá pedir con  más razón y mejor derecho ser indultado.

La igualdad ante las leyes es uno de los principios sobre los que se asienta el estado de derecho y este gobierno con sus indultos pone es cuestión la igualdad misma.

En el momento que hay ciudadanos de primera, a los que se les aplica unas leyes y ciudadanos de segunda a los que se de facto se les aplican otras, ya no hay ciudadanos, ni tan siguiera república, hay nepotismo y tiranía.

Este indulto solo tiene razones políticas para ser concedido, la razón de mantener a Pedro Sánchez en el poder dos años más; ganar tiempo para disfrute del ególatra plagado de sí mismo.

¿Podemos asumir que una razón política pueda imponerse a la justicia y a la democracia?

Si al final el sistema institucional de contrapoderes no se impone y no se paraliza esta injusticia, el mismo sistema habrá muerto. Ninguna democracia puede sobrevivir mucho tiempo en el relativismo de la injusticia, la inmoralidad y la arbitrariedad.

Una vez que el Estado y su gobierno ha caído en el descredito más absoluto es casi imposible recuperar nada, más cuando hemos dado ejemplo de que robar un pan conduce a la cárcel pero declarar la secesión de un territorio te lleva a la mesa de negociación.

Ningún ciudadano de bien que ame la justicia y la democracia puede racionalmente apoyar la ignominiosa medida que este gobierno que se dice socialista va a aprobar. No se trata ya de ideología, de ser de izquierdas, derechas, progresista o reaccionario, se trata de justicia o injusticia, de ley o arbitrariedad, de igualdad o privilegios.

Por desgracia hay una lógica interna en todo esto, pues es una consecuencia racional que cuando quien dirige el gobierno carece de cualquier principio moral, el gobierno que dirige y las instituciones que controla, tampoco pueden tener ninguno.

 

domingo, 9 de mayo de 2021

En el ocaso de un presunto gobierno de izquierdas.

 

“La corrupción de gobierno tiene su fuente en el exceso de poder y en la independencia en el confrontamiento con el pueblo soberano” (M. Robespierre)

 


Ayer terminó el cuestionado estado de alarma con que este gobierno y su parlamento domesticado nos han obsequiado en los últimos seis meses.

Se me dirá que este estado de alarma era necesario para controlar la pandemia pero si bien esta justificación era válida para el primer estado de alarma, no lo es ya para el segundo y los que nos quedan por llegar.

Resulta curioso como la “izquierda” acomodada en el ejercicio del poder cede la bandera de la defensa de la libertad a las fuerzas  retrógradas de la derecha en un ejercicio suicida de autocomplacencia.

Y es que debo poner “izquierda” entre comillas porque como persona de izquierdas que me considero en este gobierno de PSOE-Podemos no encuentro más que fantasmagóricas sombras de lo  que debería ser un gobierno progresista.

Y es que cuando uno no sabe a dónde va  puede terminar en cualquier parte; Pedro Sánchez y su corte de mercenarios podrían pertenecer a cualquier partido pues careciendo de principios su único objetivo ha sido y será el poder por el poder.

En una democracia uno debe aspirar a gobernar con el único y sincero fin de servir al pueblo y a la patria conforme a principios morales y políticos.

Y es que en este naufragio ideológico en el que la vacuidad y la neo-lengua sustituyen a cualquier principio, se cede también a la derecha la palabra “patria” cuando conforma la piedra fundamental de cualquier ideología progresista.

En este sentido no me resisto a señalar un párrafo del “Espíritu de la Leyes”:

“… lo que llamo virtud en la república es el amor a la patria; esto es, el amor a la igualdad. No se trata de una virtud moral, ni cristiana, sino de una virtud política, y constituye el resorte que mueve el gobierno republicano, del mismo modo que el honor es el que mueve la monarquía. Así pues, llamo virtud política al amor a la patria y a la igualdad.”

Resulta trágico señalar que para que en España se constituya una verdadera fuerza de izquierdas es necesario que tanto el PSOE como Unidas Podemos sean destrozados electoralmente por las fuerzas de la derecha; Madrid ha sido el primer aviso de lo que está por venir.  Si en Madrid la izquierda aún ha mantenido la dignidad es gracias a un partido que no está en el gobierno Frankenstein: Más Madrid.

Así las cosas este gobierno podrá aún mantenerse en el poder durante años, pero cada hora que permanezca en la dirección del país, electoralmente se desangrará más y más.

Y es la penosa gestión de la pandemia aún tiene muchos capítulos por delante; ayer la gente celebraba el fin del  estado de alarma como si fuera el fin de la epidemia, pero por mucho que los medios al servicio del poder nos vendan que todo está bien, la gente sigue muriendo y el virus está preparado para retornar a nuestras vidas con fuerza renovada.

La verdadera ideología del actual gobierno es la de la ocurrencia, la de patada adelante… pero por mucho que como los avestruces metan la cabeza bajo tierra, la realidad terminará llegando en forma de elecciones y esta vez el miedo a la extrema derecha ya no va a funcionar. Entre Pedro Sánchez y el caos, la gente elegirá sin dudarlo el caos.

No incidiré en lo que ha resultado de la engañifa de Podemos, hace ya años que vengo señalando y escribiendo lo que era y es Podemos y el servicio que ha hecho al poder establecido institucionalizando, y por lo tanto matando, lo que fue el soplo de aire limpio que representó el 15M.

Ahora el gobierno fía su supervivencia a la economía pensando que los fondos europeos van a ser su salvación, pero la subida de impuestos que se anuncia es un suicidio electoral.

Al final resulta muy poco inteligente decir el manido mantra de que subir impuestos es de izquierdas y bajarlos de derechas.

Los impuestos deben ser los necesarios para mantener los servicios públicos y deben ser progresivos, que pague más quien más tiene; por otro lado el equilibrio presupuestario que practicamos todos en nuestra economía personal es algo lógico no ideológico.

Nos queda tiempo de soportar a Pedro Sánchez, pero en este tiempo de decadencia es cuando toca replantearse las cosas, toca rearmarse con verdaderos principios sobre los que construir un proyecto de izquierdas capaz de ilusionar y de gobernar para construir un país mejor.

No me gusta la idea de que la derecha gobierne,  pero presiento que lo que tenemos en Moncloa lo hace inevitable.

Solo queda soñar en que sobre las cenizas de esta izquierda etérea y sin principios pueda resurgir como el Ave Fénix un proyecto progresista de verdad con solidez ideológica y donde se considere el poder un medio para el bienestar común y no un fin para intereses particulares.

domingo, 29 de noviembre de 2020

Reflexiones de un ilustrado en tiempos de pandemia

 

“Ilustración significa el abandono por parte del hombre de una minoría de edad cuyo responsable es él mismo.”(Immanuel Kant)

Debo reconocer que cuanto más avanzamos en el tiempo de Covid-19 más desaliento impregna mi alma. Durante este tiempo he intentado con sinceridad escribir sobre la realidad política que sufre España, e incluso he intentado ser optimista sobre la máxima de que toda crisis representa una oportunidad.

Pero hoy navego entre la melancolía, la desesperanza y la indignación; desearía que el mundo se parara para poder bajarme y retirarme a un lugar recóndito sin más compañía que la de los pájaros. Me encantaría seguir la consigna de Voltaire: cultivar un huerto y vivir en él y de él.

Un gobierno indigno, una oposición igual de indigna y una sociedad anestesiada no proporcionan un firme asidero sobre el que confiar en el futuro.

Y es que esta pandemia ha desvertebrado completamente la sociedad, nos ha recluido en las cómodas celdas de nuestras casas mientras esa ventana al mundo llamada televisión nos vende un mundo artificial e inexistente, donde los muertos son números y la tragedia que vivimos frías cifras en mapas de colores.

Lo peor del Covid-19 es que no solo está matando a nuestra gente, no solo está enfermando nuestros cuerpos, sino que también ha aniquilado nuestra libertad de pensar, hacer y desear.

El gobierno central, y las taifas autonómicas en una acalorada carrera por ordenar nuestras vidas, por salvarnos de nosotros mismos, por ser nuestros guardianes, nos ponen normas y más normas, muchas de ellas inútiles frente al virus, e incluso en algunos casos contraproducente.

Pero en este tiempo es peligroso pensar, y más aún decir lo que se piensa. Estos días estoy disfrutando de la lectura de los “Escritos Políticos” de Thomas Jefferson y resulta lamentable que cosas dichas por un hombre del siglo XVIII resulten ahora revolucionarias:

“La observancia estricta de las leyes escritas es, sin duda, uno de los deberes fundamentales de un buen ciudadano, pero no el más fundamental. Las leyes de la necesidad, de la autopreservación y la salvación de nuestro país cuando está en peligro son de rango superior. Perder nuestro país por una adhesión escrupulosa a la ley escrita equivaldría a perder la ley, y con ella, la vida, la libertad, la propiedad y a todos aquellos que la disfrutan con nosotros, sacrificando absurdamente el fin a los medios”

Escribir cosas así es hoy igual de revolucionario que en 1774, ahora no tenemos un tribunal de la Inquisición, pero tenemos una “comisión de la verdad” al servicio del gobierno.

Al calor del estado de Alarma, nuestras libertades están muriendo, mientras una innoble casta política de todo color y pelaje vive en su mundo cómodo y apacible en el interior del parlamento.  

Decía Kant: “Tras entontecer primero a su rebaño e impedir cuidadosamente que esas mansas criaturas se atrevan a dar un solo paso fuera de las andaderas donde han sido confinados, les muestran luego el peligro que les acecha cuando intentan caminar solos por su cuenta y riesgo. Mas ese peligro no es ciertamente tan enorme, puesto que finalmente aprenderían a caminar bien después de dar unos cuantos tropezones; pero el ejemplo de un simple tropieza basta para intimidar y suele servir como escarmiento para volver a intentarlo de nuevo”

Mi natural optimismo se ve ahora tornado en realista pesimismo pues no hay nada que se pueda oponer a la casta política que nos gobierna y parasita las instituciones.

La educación que es el pilar fundamental de una sociedad democrática hace años que agoniza y algo está realmente mal cuando la educación de los padres ha sido mejor que la de los hijos.

La Ley Celaá es el último y degenerado resultado de un proceso al que todos los gobiernos desde 1985 han ayudado.

Así las cosas, poco nos queda hacer a los que aún nos consideramos con una cierta cultura e ilustración, pues clamar en el desierto libera el espíritu y la conciencia  pero realmente resulta una frustrante pérdida de tiempo.

El rebaño está bien apacentado y aunque algunas ovejas van a morir de enfermedad y de hambre, el miedo a caminar solos es aún mayor.

La opinión pública que es la más poderosa garantía contra el despotismo no solo no está anestesiada sino que está enterrada  bajo toneladas de manipulación de uno u otro signo.

Si la Ilustración llevó a la revolución, nuestro mundo tenebroso e iletrado solo nos puede conducir a la tiranía.

Corren muy malos tiempos para la lírica, la libertad y el pensamiento. Quizás la mejor forma de vivir estos tiempos sin volverse loco sea convertirse en oveja y disfrutar de la verdad oficial sin volver a preguntarse nada más.

Pedro Sánchez es un gran gobernante que nos está salvando admirablemente de  la mayor pandemia que ha asolado el mundo. Pablo Iglesias y sus inamovibles principios hacen que nadie sufra penurias económicas pues todo el mundo que lo necesita tiene ayuda.

Por el otro lado, tenemos la suerte de tener la decidida oposición de  Vox y Abascal reencarnación de las virtudes españolas y heredero del legado imperial de los Tercios de Flandes y del emperador Carlos V; Pablo Casado ayuda en todo lo posible a que el país vaya bien y con su oposición constructiva…

Así uno se puede ir a dormir tranquilo, pues está en las mejores manos posibles y en 3 días todos nuestros problemas serán resueltos por estos ilustres personajes y sus diligentes y nutridos equipos de asesores.

Sinceramente empiezo a creer que los libros son un mal que hay que erradicar del mundo, pues una vez que aprendes a pensar y las ideas son tus amigas, las ovejas y el pasto dejan de ser interesantes.

Y es que en el mundo de twitter el más iletrado da opiniones con más energía que el más versado experto en el tema.

Cualquiera habla de política replicando las más de las veces eslóganes de algún personajillo pelota del partido de turno; eso sí, en su vida a leído un solo libro sobre política; Rousseau, Montesquieu, Voltaire, Locke, Ralls, Mill…, le suenan a marca de ropa o a colonia.

Podrá entender el lector de este artículo el desánimo que me aflige y que me anima por ahora en refugiarme en el silencio; quizás la esperanza es un pájaro que canta justo antes del amanecer, pero ahora la noche aún es muy oscura y las únicas luces que se ven son las de las hogueras de la intolerancia y la mentira.

Quizás nos toque cultivar un huerto y vivir en él y de él….

domingo, 8 de noviembre de 2020

Más allá de Trump


 “Cuando la tiranía se derrumba procuremos no darle tiempo para que se levante” (M. Robespierre)



 He seguido con sumo interés y noches en vela las elecciones en EEUU y debo reconocer que de tantas cosas que tengo que decir, me resulta complicado decir alguna.

Tengo una sensación agridulce pues aunque parece que Biden finalmente va a ganar las elecciones, el peligro del trumpismo dista mucho de haber terminado y en poco tiempo, si no se cambian las cosas, volverá con energías renovadas.

Si alguien como Trump disfruta de tal apoyo popular en la primera democracia del mundo, que podemos esperar los que vivimos en sistemas democráticos débiles y sumamente imperfectos…

Hoy más que nunca siento como las tinieblas del fanatismo, la ignorancia y la intolerancia caminan sin control, como la política se ha trasformado en un campo de batalla donde el que no piensa igual que uno es un hereje y un enemigo.

El éxito de Trump radica en eso, en lograr una adhesión inquebrantable en su persona, demonizar a sus enemigos y llevar a sus seguidores a una guerra sin cuartel contra los que no piensan igual. No trata de convencer a nadie con argumentos, que no tiene, se trata de exaltar en ellos las más bajas pasiones y lograr ser mayoría para aplastar la oposición.

Y es que esta “nueva política” es muy antigua, pero por los resultados que se observan, muy eficaz. Con todos los problemas que acechan a la sociedad es fácil encontrar algunos graves y después, sin el límite de la verdad y la virtud, dar soluciones falsas pero sumamente simples.

Y es que el manual de propaganda de Goebbels sigue hoy estando en plena validez, con frases como estas:

“Miente, miente, miente que algo quedará, cuanto más grande sea la mentira más ente la creerá”  o “Una mentira mil veces repetida… se transforma en verdad”

Hoy Trump dice que ha ganado, y lo repetirá mil veces, no será verdad en las urnas pero para miles de sus seguidores si, imaginemos el nivel de frustración que creará en ellos. Y es que cuando se juega sin reglas, todo vale; cuando los ciudadanos se trasforman en medios para las aspiraciones de poder, todo vale; cuando no se tiene respeto por la democracia y sus instituciones más en la medida que no son útiles; todo vale.

Estos días estoy enfrascado en la lectura de Montesquieu pero he releído algunos pasajes del actual manual de uso para la realidad política. Cualquiera que quiera entender nuestro tiempo debe leer una y mil veces “1984” de George Orwell, donde se encuentra pasajes terribles pero tan certeros…

“Sabemos que nadie toma el poder con la intención de renunciar a él. El poder no es un medio, sino un fin. Nadie instaura una dictadura para salvaguardar una revolución, sino que la revolución se hace para instaurar una dictadura. El objetivo de las persecuciones son las persecuciones. El de la tortura, la tortura. Y el del poder, el poder.”

Ahí tenemos la clave de todo, del trumpismo y de todos sus movimientos afines. Yo que solo intento ver la realidad desde la honestidad de la opinión, no oculto tampoco que como los extremos se tocan, a los movimientos de izquierda radical les es igualmente de aplicación esta frase. Como vengo señalando en mis escritos, nada más parecido a VOX que Podemos.  

Hoy en EEUU se ve con claridad como el sistema democrático a duras penas se mantiene y todo porque cuando la misma esencia de la democracia se pierde, el formalismo institucional tarde o temprano termina colapsando.

Toca en este análisis volver a Montesquieu cuando señala:

“Cuando Sila quiso restituirle la libertad,  Roma se mostró incapaz de recibirla. Sólo le quedaba un exiguo resto de virtud y como tuvo cada vez menos, en vez de despertar después de César, Tiberio, Cayo, Claudio, Nerón o Domiciano, fue siempre más esclava. Todos los golpes se los asestaron a los tiranos, ninguno a la tiranía”

El triunfo de Biden será solo un pasajero contratiempo para Trump mientras no se ataque de verdad la locura antidemocrática y sectaria del trumpismo.

La gran duda es si Biden, los demócratas y la parte civilizada del partido republico  podrán reinstaurar la normalidad, devolver a la república los principios de los padres fundadores cambiar su actual condición de “enemigos políticos” a la propiamente democrática de “rivales políticos”.  

Pese a los discursos alentadores del presidente electo, en los próximos 4 años tocará pasar de las Musas al teatro y asestar un golpe certero a la esencia de la autocracia trumpista; en este mundo nada es negro ni nada es blanco, pues vivimos en una paleta infinita de grises.

Trump será verdaderamente derrotado cuando el trumpismo sea un movimiento marginal, cuando la mentira y la mala educación conviertan al que la ejerce en un paria social y no en un orgulloso patriota, entonces estaremos andando por el buen camino.

Mi más sincero miedo es el ver tiempos funestos para la libertad, tiempos de intolerancia y banderas vacías y rancias.

Volviendo a España, parece que los enemigos de la libertad están por igual en el gobierno y la oposición. En el gobierno creando comités que sirvan de germen a futuros “ministerios de la Verdad”, en la oposición, los de Vox clamando contra la dictadura social-comunista, con la intención de declarar la nacional-católica al más genuino estilo franquista.

Nuestro entramado institucional es infinitamente más débil que el americano, y un Trump en España si alcanza el poder ya no lo soltará. El poder que ahora mismo acumula Pedro Sánchez es superior al que tiene Trump en EEUU, pues allí tienen una verdadera separación de poderes, mientras que en España salvo el fantasmagórico poder de los partidos, el poder del presidente y más con el estado de alarma, es casi propio de un país totalitario.

Me siento huérfano clamando en el desierto mis pensamientos, pues contrario a la política del actual gobierno, soy aún más contrario a la oposición de la extrema derecha. Puede ser que los que amamos la libertad, la justicia y la virtud estemos condenados a ser proscritos por todos, y solo tener la satisfacción de ser fieles a nosotros y a nuestra conciencia.

En otro escrito, quizás en varios, tengo pensado hablar sobre “principios de moral política” para poder aclarar la idea de virtud política, que hoy suena tan raro, pero que es la esencia misma de la democracia.

Se habla mucho de “El espíritu de las leyes” para señalar lo importante de la separación de poderes, pero poco se habla de lo también esencial del libro: la virtud política.

“Los políticos griegos, que vivían bajo el gobierno popular, no encontraban otra fuerza capaz de sostenerles que la de la virtud. Los de hoy no nos hablan más que de manufacturas, comercio, finanzas, riqueza o del mismo lujo.”

domingo, 25 de octubre de 2020

La epidemia liberticida


“Quien renuncia a su libertad por seguridad, no merece ni libertad ni seguridad” (Benjamin Franklin)


 Hoy seguramente el gobierno declare el estado de alarma y con él, la coartada para triturar una vez más nuestros derechos y libertades.

La excusa es muy simple, contener la expansión incontrolada del Covid-19 que está asolando nuestro país de forma terrible; pero, ¿el toque de queda además de a nuestra libertad afecta al Covid-19?

¿Es el Covid trasnochador?, ¿el virus respeta las leyes?, ¿es monárquico o republicano?, ¿es de Vox o más bien social-comunista?...

Y es que realmente se nos está vendiendo una falsa dicotomía, una verdad falsa que ayudada del miedo permite hacer y deshacer a nuestros politicastros sin límite y lo que es peor, sin responsabilidad.

No seré yo quien niegue la idea jacobina de que en tiempos excepcionales hay que tomar medidas excepcionales, pero siempre siguiendo el respeto a la ley y al derecho, porque en el momento que el poder se hace arbitrario hemos abierto la puerta al despotismo.

En otro post analice la razón por la cual para ordenar el confinamiento de marzo no era suficiente  con la declaración del estado de alarma, sino haber declarado el estado de excepción; es en esta situación jurídica donde efectivamente se faculta al poder público a suspender derechos fundamentales.

El toque de queda que se nos va a imponer, al ser una limitación de nuestros derechos fundamentales, solo sería admisible y posible con la declaración del estado de excepción.

Pero poco a poco la ley está siendo vulnerada por quienes deben hacerla cumplir, y como ya lograron hacernos comulgar con el confinamiento mediante el estado de alarma, ahora tienen el camino expedito para hacerlo con el toque de queda.

El gobierno puede declarar el estado de alarma por 15 días y luego si quiere su prórroga necesita la aprobación del Congreso; para el estado de excepción el gobierno debe solicitar autorización previa al Congreso y estará sometido a una serie de controles de los que se carece en el estado de alarma; dejo al lector que considere que declaración resulta más sencilla al gobierno.

Vuelvo a recalcar si el estado de alarma tiene menos controles y necesita menos requisitos es precisamente porque en ningún caso puede afectar a derechos fundamentales; pero en estos tiempos, el fin justifica todos los medios y la mentira es verdad rebelada.

Decía Montesquieu: “La corrupción de cada gobierno empieza casi siempre por la de los principios”

Realmente si nuestra Constitución y las leyes están en entredicho junto con todo el sistema partidocrático es porque no respetan ya ninguno de los principios sobre los que se crearon.

No quiero perderme en sutilezas jurídicas que muchas veces confunden más que aclaran, toca atacar la esencia misma de la mentira, la falsa dicotomía entre leyes restrictivas de derechos y seguridad sanitaria.

Desde que se inició la epidemia hemos podido disfrutar de un gran número de anuncios, medidas y normativa; y todo ello confluye en la situación actual de descontrol absoluto.

La respuesta fácil es decir que este rebrote no es responsabilidad española, que Europa entera sufre esta nueva oleada, pero esto es la versión actualizada del castellano dicho: “Mal de muchos, consuelo de tontos”

Es la triste realidad que se están tomando medidas que conculcan nuestros derechos pero sin ningún criterio y con franco desprecio de la legalidad.

Se nos dice que es necesario un toque de queda de 22:00h a 6:00h, como si el Covid fuera de esas horas no fuera contagioso. Se nos dice que no salgamos de casa mientras miles de niños acuden diariamente a las escuelas donde el contacto social el inevitable.

Si es peligroso tomar una cerveza en la barra de un bar, no lo es menos ir a clase y pasar 6 horas encerrado en un aula las más de las veces mal ventilada. Se nos dice que evitemos el contacto social mientras se condena a miles de personas a usar el transporte público masificado para ir al trabajo.

Y es que el Covid ha demostrado que en cuanto se le presenta una oportunidad la aprovecha; no podemos ser permisivos pero con medidas sanitarias, no restrictivas de derechos.

Yo estoy dispuesto a renunciar a mis derechos pero por un tiempo corto y determinado, pero no renunciar todo el tiempo a mis derechos sin ninguna utilidad.

Ahora se decreta un toque de queda, mañana un confinamiento; ponemos paños calientes mientras que cada satrapía autonómica toma medidas diferentes sino contradictorias con las de las otras. El cesar Pedro Sánchez toca la lira mientras ardemos en la epidemia y nuestros hospitales colapsan; pero en estado de alarma es una buena coartada para decirnos que hace cuánto puede para que el fuego purifique Roma.

Comparto la idea de que tenemos por delante tiempos muy duros, pues aquel que no sabe a dónde va, puede terminar en cualquier parte.

Nos están quitando las libertades pero ello no nos va a salvar de la miseria ni de la epidemia, todo lo contrario, nos hundirá más y más en el fango.

Y es que no toda medida contra el Covid tiene que pasar por atacar los derechos fundamentales, aunque para los políticos es lo que resulta más fácil.

Como vengo señalando en mis escritos, careciendo de dirigentes con un mínimo de capacidad, solo nos queda el “salvase quien pueda” de las propias repúblicas independientes de nuestras casas.

Lamento que la temporada otoño-invierno que tenemos por delante tenga tintes de tragedia griega; pero como buen ilustrado sueño con que la temporada primavera-verano nos traiga una vacuna y el nacimiento de una nueva ola, pero esta ya no de virus, sino de grandes cambios políticos sobre la bandera de la libertad, la igualdad, la justicia y la virtud.